miércoles, abril 25, 2007

Sangre de Campeón: 11.-Un campeón comprende a sus padres

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Carlos Cuauhtémoc Sánchez
Sangre de Campeón
Novela formativa con 24 directrices para convertirse en campeón.
Ciudad de México
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- Llegamos al sanatorio. Mi padre estaba ahí. Se sorprendió un poco al verme, pero me saludó con un beso. Mamá le explicó que yo deseaba visitar a Riky.

- Espéranos en la recepción –me dijo-. Vamos a buscar al jefe de piso para pedirle permiso.

Obedecí. Mientras tanto, abrí la caja de tarjetas.

Hasta arriba había una nota escrita a mano. Decía:

Felipe:

Por fortuna estaba cerca de ese sótano cuando necesitaste ayuda. Yo creo en los milagros. La caja que tienes en tus manos posee características especiales. Espero que te sirva.

Con mucho cariño.

Tu amiga, IVI.

Revisé el pequeño cofre. En el dorso de la tapa, sobre la madera había tres letras grabadas; I-V-I.

Saqué una tarjeta al azar. Casualmente, el texto versaba sobre lo que yo necesitaba. No me sorprendió. En mi mente se repetía:”creo en los milagros; la caja es especial”.

Comencé a leer:

Se necesita mucho dinero para vivir bien hoy en día. Hay demasiadas exigencias en las familias. Los padres deben trabajar en exceso para suplir todas las necesidades del hogar.

Si tu papá trabaja mucho, no lo juzgues ni lo trates mal. Ámalo. Compréndelo. Cuando llegue de mal humor, sé atento y cariñoso con él; déjalo descansar, pues no sabes todo lo que ha pasado durante el día.

Por otro lado, las mamás deben atender la casa, la limpieza, la comida, la ropa de toda la familia, la tarea de los hijos, la salud, las clases extra, trabajar para ayudar a papá, ser amiga, consejera y esposa.

La labor de una madre es, con frecuencia, heroica. Muchas mujeres la hacen sin protestar, pero se les rompe el corazón cuando sus hijos son groseros con ellas y no las valoran.

Ten cuidado. Nunca te acerques a tus papás, solo cuando te hace falta dinero o quieres pedir algún permiso. Los padres se dan cuenta de la hipocresía. Busca a tus papás con ternura. No les exijas. Demuéstrales tu amor. Ellos también, con frecuencia, se sienten solos, tienen miedo, preocupaciones y, a veces, igual que tú. Dejan escapar una lágrima de tristeza por las noches.

Jamás seas el tipo de hijo que causa problemas. Al contrario. Se quien ayuda y resuelve conflictos. Si tu mamá o tú papá se equivocan, diles que perdonas sus errores.

Algún día, tendrás que irte de tu casa. Cuando llegue el momento, hazlo por la puerta de enfrente, con la bendición de tus papás, orgullosos porque durante años que estuviste a su lado, fuiste un gran hijo, un extraordinario elemento de unión y comprensión.

Mis padres llegaron acompañados de un médico. Guardé la tarjeta en la caja.

- Ven Felipe, pasa.

Entramos a la habitación, Riky estaba ahí, acostado. Una manguera le salía del pecho. Según me explicaron después, era un catéter que le habían insertado cerca del corazón para introducirle todas las medicinas por la vena principal.

- Mira quién vino a verte – le dijo el doctor.

Su cara se iluminó con una sonrisa. Quiso levantarse a saludarme, pero el doctor le pidió que permaneciera quieto. Fui hasta él y le toqué la frente con cuidado. Me preguntó:

- ¿Ya me perdonaste?

- ¿De qué, hermano? No tengo nada que perdonarte.

Te castigaron por mi culpa.

- No, no digas eso. Yo me lo gané. Fui envidioso contigo. Tú, en cambio, eres muy bueno. Subí a la azotea y me di cuenta de los que estabas haciendo. Tratabas de ayudarme a pintar la casa. ¡Por eso te caíste!

Mis padres abrieron mucho los ojos.

- ¿Por eso te caíste? –preguntó papá asombrado.

En un instante llegó el médico trayendo unos papeles.

- Quiero hablar a solas con ustedes.

Salieron de la habitación. No soporté la curiosidad y fui tras ellos; el médico esperó que yo me retirara. Creí que papá iba a alejarme, pero, al contrario, me atrajo hacia él y le dijo al doctor:

- Felipe es un muchacho maduro y somos una familia muy unida. Puede hablar con confianza.

Me sentí orgulloso y feliz. El doctor comenzó a explicar.

- Riky, necesita un transplante urgente de médula ósea.

- ¿Qué es eso? –pregunté.

- Los huesos, en su interior, tienen una sustancia que “fabrica” la sangre. Se llama médula ósea. Es ahí donde radica el problema de Riky. La médula de sus huesos produce células cancerosas. El tratamiento indicado es destruir toda su médula, mediante quimioterapia, y transplantarle la médula de un donante sano. El problema es que tenemos poco tiempo y debemos encontrar a alguien compatible.

- ¿Y eso es difícil? –preguntó papá.

- Mucho. Buscando en las bases de datos de todos los hospitales del mundo y haciendo exámenes a cada persona cercana, podemos tardar meses o años en hallar la médula indicada. Puede estar en cualquier lugar del planeta.

Mi mamá parecía muy asustada.

- ¿Qué pasa si no la encontramos rápido?

- Riky tiene un tipo de leucemia muy agresiva. Si no encontramos donador, morirá en pocos meses. Hable con todos sus conocidos para que acudan al laboratorio. Debemos hacer análisis de sangre a familiares ya amigos... La mayor cantidad de gente posible.

- ¿Pueden comenzar con nosotros? –pregunté.

- Por supuesto –dijo el médico.

Caminamos por el pasillo. De pronto me detuve al ver a un hombre que se acercaba.

¿El padrastro de Lobelo? ¿Qué hacía en el hospital?

Papá lo saludó de mano, le dijo que necesitábamos buscar un donante de médula ósea y le pidió que nos acompañara al laboratorio. Le hice una seña a mi padre. De inmediato comentó:

- El señor Izquierdo me pidió trabajo. Se lo di y ahora va a ayudarnos como chofer durante un tiempo.

- Pe... Pe... –tartamudeé, pero... Lobelo.

- Tranquilízate muchacho, -dijo el hombre-. Ya castigué a mi hijastro por la broma que te jugó. Inclusive vendí su motocicleta. Si vuelve a portarse mal contigo, le daré una paliza.

Ese hombre no podía tener problemas económicos. Lobelo siempre cargaba fajos de billetes. ¿Mi padre sabía lo que estaba haciendo?

Llegamos al laboratorio. Dos enfermeras se encontraban ya preparadas con sendas jeringas. Primero les sacaron sangre a mis padres. Luego nos invitaron a sentarnos al señor Izquierdo y a mí. La enfermera puso una liga en mi antebrazo. Respiré hondo andes de recibir el piquete.

Me controlé y observé la jeringa llenarse con mi sangre. Esta vez no sentí nauseas ni mareo. En el líquido rojo que salía de mi brazo, detecté poco movimiento, como si los monstruos su hubiesen debilitado y mis soldados buenos se estuvieses fortaleciendo.

Terminaron el procedimiento. La enfermera sacó la aguja, puso un algodón y me hizo doblar el brazo. Otra señorita extraía sangre al padrastro de Lobelo. Lo que vi me dejó agarrotado del terror. Mi alucinación se convirtió en mareo y ganas de vomitar. Fue la escena más infernal que he observado: En la sangre del señor Izquierdo seres monstruosos con cara de demonios y cola de dragón se apretaban unos a otros, destrozándose entre sí. Un espectáculo de tinieblas. El señor Izquierdo era un hombre malo. Profundamente malo. Vi su sangre negra corrompida, luego lo miré a él: Me observaba con ojos muy fijos.

La angustia me invadió. ¿Y si ese hombre tenía una médula ósea compatible con mi hermano? ¿Le pasarían a Riky esa fábrica de sangre llena de demonios?

No... –murmuré poniéndome de pie para salir de ahí.

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